lunes, 3 de mayo de 2010

AYER COMO HOY


AYER COMO HOY
1ª. Corintios 2:1-5
2:1 Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. 
2:2 Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 
2:3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor;
2:4 y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, 
2:5 para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. 



¿Alguna vez te has peguntado, que cualidad tuya  es la que otros quisieran tener o imitar de ti?
En este fin de semana, me tocó atender a un funeral, y era el hijo de una hermana en Cristo, que fue asesinado cumpliendo su trabajo, pues era agente de seguridad privada en una empresa. Y uno de sus hijos del difunto, el mayor, decía palabras de admiración y de amor para con su padre y al igual que otros, decían que querían ser como él. En mi mente se me vino el pensamiento de que todos nosotros como hijos de Dios debiésemos de tener una cualidad de la cual los conocidos nuestros debiesen de imitar y recordar: Ya sea por el carácter de un “Josué” cuando decía; “Yo y mi casa serviremos a Jehová” o la convicción o  tenacidad de Jacob, cuando decía “No te dejaré hasta que me bendigas” o la adoración que tenía David, cuando expresaba: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.
Creo firmemente que cuando el apóstol Pablo nos dice que “sino con demostración del Espíritu y de poder” era su cualidad más importante para imitarlo, es decir, él ya había encontrado el provecho o beneficio de tener al Espíritu Santo como la parte más importante  de su interior para su campaña evangelística. Y es que cualquiera puede pensar que tener al Espíritu Santo dentro de nosotros podemos hacer  una especie de show para entretener a las personas y que puedan creer en nosotros y en el poder de Dios.
Pablo nos argumenta que es tan sencillo hablar de Cristo, de su muerte y resurrección porque lo anunciamos en nosotros mismos.
En la lectura que hemos puesto como base de este mensaje encontramos lo siguiente:
1.      Debemos de anunciar ese cariño tan especial de Dios sobre los hombres, ese es el testimonio de Dios: “envió a su hijo a morir por nosotros”
2.      No hay que rebuscar palabras para presentar el Plan de Salvación.
3.      Tener claro que lo vamos a hablar es sólo de Jesús con los conocidos o desconocidos e inclusive con los mismos hermanos en la fe. Algunas veces nos desviamos del tema y terminamos hablando del pastor, del diácono, del servidor que abre la puerta  de la iglesia, del que barre en las gradas, del vecino, del jefe, etc. Recalco esto porque es muy dañino hablar de otros, porque hablamos mal de nuestro propio cuerpo. Jesús habló poco, preguntó poco a la mujer adúltera que le llevaron aquellos “espirituales”.
4.      La debilidad que nos habla Pablo es aquella que encontramos en las personas cuando no conocen de Dios, nos perjuiciamos en su primer apariencia, o en las impresiones que nos informan otras personas. Tememos de las reacciones que nos dirán aquellas personas que tienen un carácter “muy serio”. Recuerdo a un hermano de la iglesia, que lo tuvimos como vecino de la iglesia, a la par vivía, pero tenía la fama de un “drogadicto, de pistolero, de jefe de maras, etc” y hablábamos con su esposa e incluso ella venía a la iglesia. Pero al verle sentía cierto temor, nunca le hablé directamente del amor de Cristo. Se mudaron a otra casa como a 1 km. de la iglesia, pero un día, la esposa vino a buscarme porque quería que orásemos por su esposo por que estaba enfermo. Al domingo siguiente él vino a la iglesia al culto, me lo presentó ella, venía a darle gracias a Dios por su recuperación y cruzamos varias palabras y me permitió conocerle más. Ciertamente tenía un pasado terrible y un carácter serio pero aprendí a que aún las personas que han sido criminales tienen en algún lado de su corazón una parte sensible que hasta con los cachorros de gato se muestra cariñoso. Ahora él es miembro activo de la iglesia.
5.      Predicar a Jesús no es con pensamientos ni conocimiento de hombres, sino con la gracia y conocimiento que nos regala el Espíritu Santo. Cierto día Jesús le pregunta a sus discípulos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?  Y Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” Jesús le contesta “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” Pedro contesta pero no con el pensamiento de hombre sino con la que El Espíritu Santo nos revela a través del Espíritu Santo.
6.      Las consecuencias de predicar con el poder del Espíritu Santo es que la gente encuentra la respuesta a su necesidad, a su clamor. Nuestros pensamientos no son como los de Dios. Dice Isaías “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Cuando esos pensamientos se forman en nosotros en forma  tangible, la inspiración es mas fuerte en nosotros y la gente cree más en Dios. Nuestro auditorio siente ese toque especial de Dios en la ministración de la Palabra de Dios.

Eso es así, la misma humildad de Jesús al predicar su Palabra, la pasión por las almas, la convicción y la autoridad de su palabra debe ser la misma con la que predicamos hoy. No es necesario hablar de grandezas, ni hacerlas saber por altoparlantes para que sepan que es una iglesia que predica de Dios, sino con la palabra sencilla y verdadera que transforma la vida de muchas personas. A eso le vamos nosotros como iglesia para que en el futuro de la iglesia, de la ciudad y de nuestro país sean alcanzado por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración:
Amado Padre, danos siempre la sabiduría de tu Espíritu Santo y la gracia para presentar a Nuestro Salvador como un tesoro inapreciable, de valioso poder, de Castillo Fuerte y de Refugio para todos aquellos que no le conocen. Danos la sencillez y la convicción de predicar a un Cristo Vivo y Poderoso, amén.

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