viernes, 28 de septiembre de 2012

HONRANDO UNA AMISTAD QUE ES METAL PRECIOSO



HONRANDO UNA AMISTAD QUE ES METAL PRECIOSO.



Cuando a los 8 años de estar laborando para el Banco Cuscatlán, cuando pensaba que no iba a ser ascendido a subjefe dentro de mi departamento, gané una plaza de analista financiero en la nueva gerencia llamada Finanzas Corporativas,  que se formó para atender el creciente negocio de lo que le llamaban “Mesa Dinero”  y de Fideicomisos.  En esa transición contrataron a una nueva persona para que nos acompañara en las operaciones que demandaba este negocio. Era un muchacho más joven que mi persona, muy buscado por las muchachas, con carro propio, que lo cambiaba cada 60 días  y que le gustaba usar de buenos perfumes de los caros.  Estábamos en la misma posición, como analistas financieros, y por el tipo de operaciones que hacíamos salíamos regularmente un poco noche.


A mí me gustaba la música merengue, las cumbias, música que levantaba el ánimo, y por supuesto que tiempos atrás había buena música con buena letra y con sentido. Pues resulta que después que el banco cerraba las puertas a los clientes, ponía una radiograbadora con este tipo de música, a buen volumen. Pero mi nuevo compañero, que estaba un cubículo adelante, ponía en el mismo momento que yo ponía la música a una Radio Bautista, y pasaban sermón tras sermón a un cierto predicador con sermones que no entendía al principio, y me daba harta cólera que el muy cristiano no me decía nada al respecto, pero si reconozco que siempre hubo un buen comportamiento de parte de ambos. Nunca hublo pleitos por sus predicaciones que ponía como por mi música que también sonaba a todo vapor. 

Pasaron los días y por la camaradería del trabajo nos fuimos haciendo buenos compañeros y amigos y  llegó un momento en que él mi invitó una vez a la iglesia en donde él asistía a lo cual le dije que no. Así pasaron varias ocasiones en donde había cierta insistencia hasta que en cierta ocasión, preguntándole de cómo era que cambiaba carro de manera constante me decía que tenía un hermano que se dedicaba al negocio de traer carros chocados de Estados Unidos y que acá en el país los arreglaban y los daban en un precio mucho mayor al que se compró. Pues él los promocionaba o los usaba cierto tiempo, y luego lo vendía. En una ocasión él andaba un carro GEO METRO, color rojo, con unas franjas que me gustaron mucho. Llegamos a tener idea de que se lo iba a comprar siempre y cuando el banco me aprobara un crédito. Y gracias a Dios, me lo aprobaron y se lo compré. Fue un sábado en donde hicimos el traspaso, y en la tarde invité a unos amigos de parranda a que fuéramos a probar el carro. No fuimos a tomar alcohol como lo solíamos hacer, sino que en esa ocasión decidimos ir a comer pupusas, cómida típica salvadoreña. Así fue como nos fuimos a un lugar llamado Olocuilta, a unos 25 Km de San Salvador. Nos agarró la noche y decidimos regresar como eso de las 9:00 PM y así lo hicimos. Venía disfrutando de la calidad de confort que tenía este carrito, pues mi anterior carro era un Volswagen 1970 y ya se imaginarán el tipo de amortiguación que tenía. Quizás no habíamos avanzado unos 5 km. cuando en una curva muy cerrada, se nos atravesó una persona, aparentemente en estado de ebriedad y lamentablemente la atropellé. Aquella persona quedó en uno de los carriles de la autopista y algunos vehículos que venía muy aprisa, le alcanzaban a pasarle encima pero sin tocarlo con las llantas, pero aún así aquel cuadro era terrible para mí. Me quedé en estado de shock y a mi manera de entender, tenía que esperar a la policía. Mis otros amigos que venía conmigo, uno me decía histérico: ¡Lo mataste! Una y otra vez, y el otro, mi amigo Ramón, simplemente me decía: ¡negro! Vámonos, no se puede hacer nada! Fueron segundos en que estaba como estatua escuchando a mis dos  amigos. Hasta que de pronto para un vehículo y me dice: ¡Amigo, si lo atropellaste sin querer, nada se puede hacer, y si esperas a la policía, vas a ir preso! Así que te recomiendo que te marches, porque sino te irá muy mal. Dentro de mí había una especie de querer ser justo dando la cara por tal suceso, pero me convenció este amigo y agarré mi carro y avancé. En esos instantes apareció un tropel de gente diciendo agárrenlo, agárrenlo. Me fui con velocidad mínima, deseando que me alcanzara la policía la cual nunca llegó. Nos fuimos a la casa de mi amigo Ramón, cubrimos el carro con plástico, pues estaba quebrado de forma parcial el parabrisas, y para evitar los comentarios de los vecinos. Esa noche, se me apoderó una angustia: Y era que el retrovisor izquierdo se había quebrado con el accidente y había quedado en el lugar de los hechos. Me pesaba pensar que en ese retrovisor estaban las huellas de mi amigo Wilfredo, quizás por cuando lo limpiaba, pues le gustaba andar el carrito bien brilloso, y que además alguien pudo haber anotado el número de placas de circulación del vehículo y saber de era de mi amigo Wilfredo. Lo llamé todo angustiado a él y le conté lo del accidente y lo del atropellado y me salió con una respuesta que me calmo hasta el último de mis cabellos. –No te preocupes Robert(él siempre me decía mi nombre) todo está bajo control. Esto es un llamado a tu vida, a que vuelvas la mirada a Dios. Me devolvió la tranquilidad a mí. –Te espero mañana en la mañana para ir a la iglesia me dijo: a las 8:30 AM a lo cual le dije como por agradecimiento, ahí estaré. Nos pusimos de acuerdo en el lugar y la hora en donde nos íbamos a ver para luego irnos a la iglesia. Hasta en ese entonces, nunca había visitado esa iglesia. Era la más grande que hasta en ese entonces había visto y se llamaba Tabernáculo Bíblico  Bautista Amigos de Israel. Le cabían como 4,000 personas y ese domingo  era yo parte de la estadística de ese templo.  Ese día me nacieron muchas ganas de aceptar a Cristo, de hacer esa oración, pero por pena a mi amigo y a la iglesia dije no a las invitaciones que me hacía de pasar al frente. Pero en mi corazón se le plantó que tenía que aceptar a Cristo, y que el próximo domingo, lo iba a ser, pero no en la iglesia de mi amigo, sino en otra donde antes me habían invitado e iba a ir en el culto donde no iba ningún conocido, porque sentía cierta vergüenza de hacerlo en público.
Dicho y hecho recibí a Cristo el siguiente domingo, un 28 de febrero de 1999 y aunque no fue en la iglesia de mi amigo Wilfredo, fue en otra iglesia donde otro buen amigo llamado Gustavo Serrano, me había invitado.
Después de ese suceso seguí asistiendo al Tabernáculo Bíblico  Bautista Amigos de Israel, con más camaradería con mi amigo Wilfredo. Llegamos a ser muy buenos amigos, a tal punto de que sin antes haber entendido el término de “hermano” nos queríamos aceptábamos el concepto de hermandad y nos seguimos queriendo como tal. Decíamos: Somos el duo dinámico, Yo, Batman por moreno y él Robin  por ser  blanquito. En el trabajo nos complementábamos muy bien, y hubo momentos en que llegábamos a compararnos con la uña y la mugre, que siempre están pegados, aunque te las laves hoy, mañana ahí está otra vez la mugre. Hicimos varias promesas de amigos sanos y sinceros. Perduran hasta hoy.
Pasado cierto tiempo de mi conversión nos bautizamos juntos en un domingo 26 de diciembre de 1999, al igual que mi hija. Luego me invitó a ser misionero en Usulután, departamento oriental del país, a 125 km. de distancia. Me enredé en las cosas misioneras de una manera, que para no hacerte largo el cuento, hasta el día de hoy, soy pastor de un lugar que nació en la mente de alguien que tenía pasión por las almas, y en alguna medida, Dios ocupó a Wilfredo para traerme a este lugar y transplantarme en este bonito lugar llamado EL TRÁNSITO.
Con el pasar de los meses mi amigo Wilfredo tuvo que dejar el banco, fueron momentos duros, para ambos, por muchas razones, pero Dios le tenía una mejor bendición.
Desarrollamos una afinidad que le doy gracias a Dios por ponerme amigos que me han ayudado en  mi crecimiento espiritual. Ahora mi amigo Wilfredo es un buen hombre de negocios de alto nivel en una buena empresa local y recientemente ha comenzado un buen reto: Ser pastor de la congregación: Iglesia de Cristo León de Judá.
Ambos ahora somos consiervos, dejando la vieja higuera, que nos enseñó a trabajar arduamente en las cosas del reino, en las almas y en donde estoy seguro que mi amigo Wilfredo y yo agradecemos al Tabernáculo Amigos de Israel por su enseñanza y por haber sido el instrumento en donde comenzamos a crecer.
Tarde o temprano Wilfredo  tendrá que dejar el mundo de los negocios en lo secular y será llamado al cien por ciento a los negocios del Reino, del cual tenemos que tener el cuidado de darle muy bien las cuentas a aquel que nos llamó y nos ha dado el conocimiento, la gracia, la oportunidad de ser el administrador de sus rebaños.
Hoy 28 de septiembre, mi amigo cumple 37 años, y tal como decía el libro de Juan 3:11 “que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 
Honro ese vínculo de amistad, honro a mi amigo como tal, con sus defectos y virtudes, escribiendo este blog, el cual espero que perdure hasta la eternidad. Mi Padre sabe mi sentir y hasta él llegue esta honra para con mi amigo Will.  Gracias Wilfredo, te amo y aprecio den gran manera  y tal como te lo decía en la mañana, es mi deseo que vengan más tiempos de abundancia para tu vida, de esas que no añaden tristeza y una buena salud.
Por mis labores tan lejos de donde está Will, y él por sus obligaciones de negocios y ministeriales también no tenemos oportunidad de vernos seguido, pero ambos sabemos que ese vínculo permanece ahí. Le pido a Dios a que ese vínculo se le añada ese tercer lazo, el de Dios, para que permanezca y no se rompa.
Hasta aquí hemos sido victoriosos pues ante todo decreto de muerte, de escasez, de dolor, el enemigo no ha podido destruirnos, ni puede ni podrá. Un abrazo mi amigo y será hasta siempre.
 Lamentablemente no tenemos fotos recientes juntos, pero en el corazón permanecen las mejores imágenes.





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