El Marco de
Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo
Salmos 103:14
Los chicos aprecian la imparcialidad y la justicia desde mucho antes de estudiar algún curso cívico o acerca de las complejidades del Sistema Judicial. Vea si no, como loa niños en edad escolar controlan su propia conducta en el juego. Son rápidos para descubrir y denunciar las injusticias, se obligan unos a otros a turnarse en el juego y acaban con sus deliberaciones acordando repetir el juego. Siempre es alentador ser tratado con imparcialidad y justicia, según nuestras circunstancias.
En su obra “King Lear” (El Rey Lear), Shakespeare presenta un ejemplo digno de imitar. Propone reconsiderar nuestra opinión de una persona, sobre la base de sus circunstancias extremas. Permítame explicarme:
Al principio, el rey plantea dividir su reino entre sus tres hijas, estipulando que lo mantengan a él y sus cien caballeros, pero su hija Cordelia, rehusa adularlo como lo hacen sus hipócritas hermanas. Lear decide entonces dejar todo su legado a sus otras dos hijas. Por su sinceridad y adherencia a sus principios, Cordelia queda así desheredada: sin tierras ni dote.
Pero en vez de recibir un trato generoso de parte de sus hijas reinantes y sus esposos, Lear se encuentra con que lo han echado de su hogar, abandonándolo en medio de una tormenta. Más adelante, las dos astutas hijas rivalizan por los afectos del malvado Edmundo. Una de las hermanas envenena a la otra, se quita la vida.
Al final, debilitado por la ira y los maltratos, el quebrantado anciano se encuentra con Cordelia, su hija desheredada. Consciente de cuanto la había maltratado, Lear le dice: -Si me das veneno, lo beberé… Tú tienes motivos para dármelo; ellas [las otras hermanas] no. Ella le dice: NO PADRE
Ciertamente, ella tenía motivos; sólo que ella lo había pasado por alto, en consideración al aturdimiento, a la fragilidad y a la debilidad de su padre, Por eso, en vez de rechazarlo, le dio la aceptación que él necesitaba.
Esta voluntad, -semejante a la divina-, dispuesta a reconsiderar la opinión propia sobre la situación ajena, en virtud de la fragilidad y flaqueza del otro, ha contribuido notablemente al fortalecimiento de las relaciones humanas. Reconsiderar la opinión propia sobre la situación ajena, procurando comprender al otro y ponerse en su lugar –aún cuando haya estado equivocado- puede mejorar cualquier relación. Reconsiderar nuestras opiniones: procurar ver a los demás desde el ángulo más favorable para ellos, teniendo en cuenta sus circunstancias, hace más llevadera las relaciones. El texto bíblico de hoy destaca este tipo de actitud, semejante a la divina.
¡Gracias Señor, por considerar mis flaquezas y circunstancias y por tratarme desde esa perspectiva!