NO CAIGAS EN LA PROVOCACIÓN
Lucas 9:51-56
9:51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
9:52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.
9:53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
9:54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?
9:55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
9:56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
La provocación es una de las tretas que el enemigo ocupa para que pierdas el equilibrio espiritual y emocional y no puedas cumplir con algún propósito en un momento de tu vida. Por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que hay algo malo en algunas de nuestras actitudes, de que hemos hecho sufrir a nuestras esposas por ser mujeriegos, que hemos perdido la confianza o credibilidad con alguien en especial por ser mentiroso, que somos de “mecha corta” y nos enojamos con facilidad con alguien, que estamos obesos y necesitamos rebajar de peso, etc. y cuando nos hemos propuesto enmendar tales situaciones aparecen situaciones que “si no estamos espirituales agarrados de la mano de Dios, caemos fácilmente en las trampas del enemigo: Nos seducen las palabras de los amigos para llegar tarde a casa, no hacemos las cosas como para Cristo, sino con mala gana porque ni modo, aparece una señorita con “cuerpo de botella de Coca Cola” mirándonos algo coqueta o por que no decirlo, de forma descarada, volvemos a mentir o a no aparecer por mucho tiempo en aquella tienda que nos dio crédito, o quizás perdemos la dieta porque hubo una invitación inusual de alguien para ir a comer. Me ha pasado alguna vez que estando en ayuno por algún propósito para Dios mi vecino, sin malicia alguna, me ha llevado un buen plato de comida, etc. y se que detrás de todo esto puede haber la mano peluda de este enemigo que quiere que desistamos de aquello que nos puede hacer un bien en nuestra propia vida.
En el pasaje de la Biblia que te he transcrito hay dos situaciones:
1. La disposición de Jesús de empezar su camino a la cruz. Nada agradable por cierto, pero había que empezar: “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén” Creo firmemente que aunque algunas cosas se hagan por amor, no deja uno de sentirse mal por las circunstancias en que uno lo hace: quizás haya dolor físico, escasez financiera, incomprensión, le abochornan en público o delante de compañeros de trabajo, etc. pero lo lindo es que cuando se tiene la convicción de hacer algo por amor, por agradar a alguien, en este caso a Jesús, todas estas cosas se pasan por alto, y uno encuentra un gozo al final de esta acción, al final del día de haber vencido al adversario. Esto es un fruto del Espíritu Santo.
Quizás no haya un mal sabor en otras ocasiones, pero por algún detalle que no le prestas atención no se logra cumplir el cometido o propósito que te programaste.
La Biblia dice: “se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba” y significa que Jesús se aprestaba a toda una secuencia de acontecimientos: sufrimiento, muerte, resurrección, y, finalmente, ascensión. Este versículo da inicio a una nueva sección del Evangelio de Lucas: la resolución de Jesús de viajar a Jerusalén.
Como usted sabrá, los judíos y los samaritanos habían sido enemigos por siglos. Los peregrinos que iban a Jerusalén generalmente evitaban pasar por Samaria pues sus habitantes no eran hospitalarios. Al llegar Jesús a Samaria se mostraron hostiles no sólo porque Jesús era un judío, sino porque el Señor no reconoció el templo samaritano del monte Gerizim. Te explico algo al respecto:
Gerizim es uno de los montes más altos con una altura de 881 metros. Está al sur del monte Ebal, del que está separado por un angosto valle. En la salida oriental de este valle estaba la importante ciudad de Siquem. El monte Gerizim se llama ahora Jebel et-Tor. Moisés ordenó que después que los israelitas cruzaran el Jordán fueran a Ebal y Gerizim, y que 6 de las tribus (Simeón, Leví, Judá, José, Isacar y Benjamín) estuvieron de pie sobre las laderas de éste monte y pronunciaran las bendiciones sobre quienes guardaran la ley de Dios (Deuteronomio:_11:29; 27:12, 13); por esta razón es llamado el monte de la bendición. Los israelitas cumplieron esta orden poco después que invadieran Canaán (Josué_8:33-35). Se lo conoce como el monte santo de los samaritanos, quienes construyeron allí un templo después del retorno de los judíos del exilio. Juan Hircano destruyó ese templo en el 128 a.C., pero los samaritanos siguieron usando el monte como su lugar de sacrificios (hasta hoy). Esta adoración fue mencionada por la mujer samaritana en su conversación con Jesús junto al pozo de Jacob (Juan_4:20, 21
Samaria estaba al norte de Judea, en el territorio donde se establecieron las tribus de Efraín, Manasés occidental y parte de Benjamín. Limitaba al norte con la planicie de Esdraelón y el monte Gilboa. En su centro estaban los montes Gerizim y Ebal, a cuyo pie estaba la antigua ciudad de Siquem (cerca de la actual Nablús), próxima al pozo de Jacob.
La ciudad de Samaria, por mucho tiempo la capital del reino del norte de Israel, estaba a unos pocos kilómetros más hacia el norte. Samaria era un país de colinas y fértiles valles. La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del norte y del sur, separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año 931 a. C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 723 o 722 a. C.
La ciudad de Samaria, por mucho tiempo la capital del reino del norte de Israel, estaba a unos pocos kilómetros más hacia el norte. Samaria era un país de colinas y fértiles valles. La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del norte y del sur, separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año 931 a. C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 723 o 722 a. C.
Así que era más que evidente el por qué los samaritanos no le dieran un buen trato a Jesús, porque él era un judío y no les había reconocido el templo en este lugar para adorar a Dios. Pero sin embargo esta situación no le perturbó para seguir con su misión ni mucho menos para hacer algo en contra de ellos.
2. El poder que Jesús le ha dado a los discípulos no es para fines destructivos
Ciertamente hoy podemos decir que aquella promesa que Dios dijo en Hechos 1:8 “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” al igual que les había dado autoridad y poder sobre los demonios, malos espíritus y hasta poder bajar fuego del cielo.
Pero como vemos los discípulos habían mal considerado ese poder para poder usarlo para fines destructivos cuando fueron provocados más sin embargo Jesús les reprendió. Hace tiempo atrás hubo alguien llamado Elías que sí bajó fuego del cielo, una vez para hacer ver lo poderoso que era Dios ante los sacerdotes que invocaban a Baal y otra vez para defenderse de la ofensiva en su contra por parte del Rey Ocozías ya que éste había sido reprendido por haber consultado a otros dioses por su enfermedad. En ambos casos estaba Elías con el respaldo de Dios. Más en el caso de los discípulos era la enseñanza de Dios mismo en como saber tratar a los adversarios teniendo ellos ventaja.
Fácilmente podemos caer en la tentación de responder ante una provocación y perder la comunión con el prójimo como también con Dios. Decía alguna vez en uno de mis sermones que para que haya pleito en el hogar o en cualquier lugar hace falta dos personas con los guantes puestos. Pero si uno de los contrincantes baja los brazos, entonces no hay pleito, por más que el otro así lo desee. Dice la Biblia: “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa" (Proverbios 19:11
Así que jamás piense en usar el poder de Dios para desearle mal al que le arremete u ofende. Tampoco utilice aquella promesa de Dios “Mía es la venganza” para decirle a Dios que destruya a aquel que nos ha dañado, maltratado o robado. Sí en algo debemos de invocar el poder de Dios será para que les perdone, baje ascuas de fuego sobre sus cabezas de nuestros enemigos o detractores para les ilumine y le alcance el favor de Dios tal como nos alcanzó a nosotros.
Oración:
Mi amado Padre Celestial, algunas veces hemos caído en la provocación cuando nos hemos trazado buenos propósitos de hacer algo bueno que te agrade a ti. Ayúdanos con el poder de tu Espíritu Santo a ser fuertes y sabios para apartarse de la provocación y bendecir al que nos maltrata, o arremete contra nosotros con palabras necias. Ayúdanos a tener templanza cuando el enemigo nos pone cascaritas para caer en su trampa para cuando nos hemos propuesto ayunar, dejar de fumar, dejar de tomar, dejar de mentir, dejar de hablar más de la cuenta., etc. ¡¡¡Te amamos Oh Dios!!! Gracias por tu amor. Amén.
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