HONRANDO UNA AMISTAD QUE ES
METAL PRECIOSO.
Cuando a los 8 años de estar
laborando para el Banco Cuscatlán, cuando pensaba que no iba a ser ascendido a
subjefe dentro de mi departamento, gané una plaza de analista financiero en la
nueva gerencia llamada Finanzas
Corporativas, que se formó para
atender el creciente negocio de lo que le llamaban “Mesa Dinero” y de Fideicomisos. En esa transición contrataron a una nueva
persona para que nos acompañara en las operaciones que demandaba este negocio.
Era un muchacho más joven que mi persona, muy buscado por las muchachas, con
carro propio, que lo cambiaba cada 60 días
y que le gustaba usar de buenos perfumes de los caros. Estábamos en la misma posición, como analistas
financieros, y por el tipo de operaciones que hacíamos salíamos regularmente un
poco noche.
A mí me gustaba la música merengue, las
cumbias, música que levantaba el ánimo, y por supuesto que tiempos atrás había
buena música con buena letra y con sentido. Pues resulta que después que el
banco cerraba las puertas a los clientes, ponía una radiograbadora con este
tipo de música, a buen volumen. Pero mi nuevo compañero, que estaba un cubículo
adelante, ponía en el mismo momento que yo ponía la música a una Radio
Bautista, y pasaban sermón tras sermón a un cierto predicador con sermones que
no entendía al principio, y me daba harta cólera que el muy cristiano no me
decía nada al respecto, pero si reconozco que siempre hubo un buen
comportamiento de parte de ambos. Nunca hublo pleitos por sus predicaciones que
ponía como por mi música que también sonaba a todo vapor.
Pasaron los días y por la camaradería del
trabajo nos fuimos haciendo buenos compañeros y amigos y llegó un momento en que él mi invitó una vez
a la iglesia en donde él asistía a lo cual le dije que no. Así pasaron varias
ocasiones en donde había cierta insistencia hasta que en cierta ocasión,
preguntándole de cómo era que cambiaba carro de manera constante me decía que
tenía un hermano que se dedicaba al negocio de traer carros chocados de Estados
Unidos y que acá en el país los arreglaban y los daban en un precio mucho mayor
al que se compró. Pues él los promocionaba o los usaba cierto tiempo, y luego
lo vendía. En una ocasión él andaba un carro GEO METRO, color rojo, con unas
franjas que me gustaron mucho. Llegamos a tener idea de que se lo iba a comprar
siempre y cuando el banco me aprobara un crédito. Y gracias a Dios, me lo
aprobaron y se lo compré. Fue un sábado en donde hicimos el traspaso, y en la
tarde invité a unos amigos de parranda a que fuéramos a probar el carro. No
fuimos a tomar alcohol como lo solíamos hacer, sino que en esa ocasión
decidimos ir a comer pupusas, cómida típica salvadoreña. Así fue como nos
fuimos a un lugar llamado Olocuilta, a unos 25 Km de San Salvador. Nos agarró
la noche y decidimos regresar como eso de las 9:00 PM y así lo hicimos. Venía
disfrutando de la calidad de confort que tenía este carrito, pues mi anterior
carro era un Volswagen 1970 y ya se imaginarán el tipo de amortiguación que
tenía. Quizás no habíamos avanzado unos 5 km. cuando en una curva muy cerrada, se nos
atravesó una persona, aparentemente en estado de ebriedad y lamentablemente la
atropellé. Aquella persona quedó en uno de los carriles de la autopista y
algunos vehículos que venía muy aprisa, le alcanzaban a pasarle encima pero sin
tocarlo con las llantas, pero aún así aquel cuadro era terrible para mí. Me quedé
en estado de shock y a mi manera de entender, tenía que esperar a la policía.
Mis otros amigos que venía conmigo, uno me decía histérico: ¡Lo mataste! Una y
otra vez, y el otro, mi amigo Ramón, simplemente me decía: ¡negro! Vámonos, no
se puede hacer nada! Fueron segundos en que estaba como estatua escuchando a
mis dos amigos. Hasta que de pronto para
un vehículo y me dice: ¡Amigo, si lo atropellaste sin querer, nada se puede
hacer, y si esperas a la policía, vas a ir preso! Así que te recomiendo que te marches,
porque sino te irá muy mal. Dentro de mí había una especie de querer ser justo
dando la cara por tal suceso, pero me convenció este amigo y agarré mi carro y avancé.
En esos instantes apareció un tropel de gente diciendo agárrenlo, agárrenlo. Me
fui con velocidad mínima, deseando que me alcanzara la policía la cual nunca
llegó. Nos fuimos a la casa de mi amigo Ramón, cubrimos el carro con plástico,
pues estaba quebrado de forma parcial el parabrisas, y para evitar los
comentarios de los vecinos. Esa noche, se me apoderó una angustia: Y era que el
retrovisor izquierdo se había quebrado con el accidente y había quedado en el lugar
de los hechos. Me pesaba pensar que en ese retrovisor estaban las huellas de mi
amigo Wilfredo, quizás por cuando lo limpiaba, pues le gustaba andar el carrito
bien brilloso, y que además alguien pudo haber anotado el número de placas de
circulación del vehículo y saber de era de mi amigo Wilfredo. Lo llamé todo
angustiado a él y le conté lo del accidente y lo del atropellado y me salió con
una respuesta que me calmo hasta el último de mis cabellos. –No te preocupes
Robert(él siempre me decía mi nombre) todo está bajo control. Esto es un
llamado a tu vida, a que vuelvas la mirada a Dios. Me devolvió la tranquilidad
a mí. –Te espero mañana en la mañana para ir a la iglesia me dijo: a las 8:30
AM a lo cual le dije como por agradecimiento, ahí estaré. Nos pusimos de
acuerdo en el lugar y la hora en donde nos íbamos a ver para luego irnos a la
iglesia. Hasta en ese entonces, nunca había visitado esa iglesia. Era la más
grande que hasta en ese entonces había visto y se llamaba Tabernáculo
Bíblico Bautista Amigos de Israel. Le
cabían como 4,000 personas y ese domingo
era yo parte de la estadística de ese templo. Ese día me nacieron muchas ganas de aceptar a
Cristo, de hacer esa oración, pero por pena a mi amigo y a la iglesia dije no a
las invitaciones que me hacía de pasar al frente. Pero en mi corazón se le
plantó que tenía que aceptar a Cristo, y que el próximo domingo, lo iba a ser,
pero no en la iglesia de mi amigo, sino en otra donde antes me habían invitado
e iba a ir en el culto donde no iba ningún conocido, porque sentía cierta
vergüenza de hacerlo en público.
Dicho y hecho recibí a Cristo el siguiente
domingo, un 28 de febrero de 1999 y aunque no fue en la iglesia de mi amigo
Wilfredo, fue en otra iglesia donde otro buen amigo llamado Gustavo Serrano, me
había invitado.
Después de ese suceso seguí asistiendo al
Tabernáculo Bíblico Bautista Amigos de
Israel, con más camaradería con mi amigo Wilfredo. Llegamos a ser muy buenos
amigos, a tal punto de que sin antes haber entendido el término de “hermano”
nos queríamos aceptábamos el concepto de hermandad y nos seguimos queriendo
como tal. Decíamos: Somos el duo dinámico, Yo, Batman por moreno y él Robin por ser blanquito. En el trabajo nos complementábamos
muy bien, y hubo momentos en que llegábamos a compararnos con la uña y la
mugre, que siempre están pegados, aunque te las laves hoy, mañana ahí está otra
vez la mugre. Hicimos varias promesas de amigos sanos y sinceros. Perduran
hasta hoy.
Pasado cierto tiempo de mi conversión nos
bautizamos juntos en un domingo 26 de diciembre de 1999, al igual que mi hija.
Luego me invitó a ser misionero en Usulután, departamento oriental del país, a 125 km. de distancia. Me
enredé en las cosas misioneras de una manera, que para no hacerte largo el
cuento, hasta el día de hoy, soy pastor de un lugar que nació en la mente de
alguien que tenía pasión por las almas, y en alguna medida, Dios ocupó a
Wilfredo para traerme a este lugar y transplantarme en este bonito lugar
llamado EL TRÁNSITO.
Con el pasar de los meses mi amigo Wilfredo
tuvo que dejar el banco, fueron momentos duros, para ambos, por muchas razones,
pero Dios le tenía una mejor bendición.
Desarrollamos una afinidad que le doy gracias a
Dios por ponerme amigos que me han ayudado en
mi crecimiento espiritual. Ahora mi amigo Wilfredo es un buen hombre de
negocios de alto nivel en una buena empresa local y recientemente ha comenzado
un buen reto: Ser pastor de la
congregación: Iglesia de Cristo León de Judá.
Ambos ahora somos consiervos, dejando la vieja
higuera, que nos enseñó a trabajar arduamente en las cosas del reino, en las
almas y en donde estoy seguro que mi amigo Wilfredo y yo agradecemos al
Tabernáculo Amigos de Israel por su enseñanza y por haber sido el instrumento
en donde comenzamos a crecer.
Tarde o temprano Wilfredo tendrá que dejar el
mundo de los negocios en lo secular y será llamado al cien por ciento a
los negocios del Reino, del cual tenemos que tener el cuidado de darle muy bien
las cuentas a aquel que nos llamó y nos ha dado el conocimiento, la gracia, la
oportunidad de ser el administrador de sus rebaños.
Hoy 28 de septiembre, mi amigo cumple 37 años,
y tal como decía el libro de Juan 3:11 “que lo
que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro
testimonio. ”
Honro ese vínculo de amistad, honro a mi amigo
como tal, con sus defectos y virtudes, escribiendo este blog, el cual espero
que perdure hasta la eternidad. Mi Padre sabe mi sentir y hasta él llegue esta
honra para con mi amigo Will. Gracias
Wilfredo, te amo y aprecio den gran manera y tal como te lo decía en la mañana, es mi
deseo que vengan más tiempos de abundancia para tu vida, de esas que no añaden
tristeza y una buena salud.
Por mis labores tan lejos de donde está Will, y
él por sus obligaciones de negocios y ministeriales también no tenemos
oportunidad de vernos seguido, pero ambos sabemos que ese vínculo permanece ahí.
Le pido a Dios a que ese vínculo se le añada ese tercer lazo, el de Dios, para
que permanezca y no se rompa.
Hasta aquí hemos sido victoriosos pues ante
todo decreto de muerte, de escasez, de dolor, el enemigo no ha podido
destruirnos, ni puede ni podrá. Un
abrazo mi amigo y será hasta siempre.
Lamentablemente no tenemos fotos recientes juntos, pero en el corazón permanecen las mejores imágenes.