TRES
MANERAS DE ENOJAR A DIOS
“Viéndolo
Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir
a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
De cierto os digo, que el que no reciba el reino de
Dios como un niño, no entrará en él.
Y
tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.”
Marcos 10:14-16
Empezaremos diciéndote que nuestro Padre Celestial quiere ver a sus
hijos, a sus escogidos siempre alegres, no tristes. Cuando nosotros como padres
les damos instrucciones a nuestros hijos y ellos obedecen al pie de la letra,
nosotros nos sentimos complacidos pero cuando ellos no hacen las cosas que les
indicamos o hacen lo contrario a lo que se les dice, entonces es cuando nos
sentimos frustrados, entristecidos.
La Biblia nos dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención.” Efe. 4:30 es el momento en que
hacemos sentir triste a Dios por nuestras maneras de actuar, de hablar, de
pensar, de dejar que otros arrebaten las bendiciones y no nosotros, de permitir
al enemigo sembrarnos cizaña, de dejar que otros hagan por nosotros lo que
nosotros tenemos que hacer.
Pues bien, el punto que hoy tratamos
no es la tristeza de Dios que le provocamos sino algo más terrible y es su
enojo y hasta cierto punto la ira.
La Biblia nos narra en el nuevo
testamento tres ocasiones en que nuestro amado Jesús se enojó por algunas
situaciones en la que nosotros podemos caer también. Veamos:
1. En una sinagoga, cuando un hombre que tenía una mano seca necesitaba que
lo curara, y los líderes religiosos acechaban a Jesús para ver si lo hacía durante el sábado.
Marcos 3:3-5
3:3 Entonces dijo
al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en
medio.
3:4 Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer
bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos
callaban.
3:5 Entonces, mirándolos alrededor
con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al
hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la
mano le fue restaurada sana.
Cuando
el hombre es duro de cerviz, duro de corazón refleja hipocresía en todo su ser.
Se vuelve religioso y no sensible al llamado del Espíritu Santo. Esa es una de
las lecciones que nos da Jesús: ser sensibles al dolor ajeno y no sólo decirle
“te voy a llevar en oración”, sino provocar que aquel amigo o hermano pueda ser
tocado por la presencia de Dios mismos en sus corazones haciendo un toque de
fe. Querían estar en el Templo de Dios pero no querían oír a Dios, son hombres
de doble ánimo. Eso enoja a Dios, la hipocresía, la religiosidad y no ser
sensible al dolor del hermano y no dejar que la obra de Dios se lleve a cabo.
Muchos se oponen a lo que Dios quiere hacer en la vida de sus hijos, en la vida
del drogadicto, del delincuente. Nos hemos topado con padres de familia que
viendo que su hijo a comenzado a oír alabanzas o ir a un culto de alguna
iglesia cercana, no lo dejan y le dicen que no es correcto, que él tiene que ir
a este u otro lugar no dejando que el muchacho o persona pueda llegar a los
pies de Cristo.
2.
En una reunión multitudinaria, en
donde los discípulos de Jesús bloqueaban a los padres de familia y a los niños
para que no llegasen a Jesús.
“Viéndolo Jesús, se
indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no
se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.“
En la forma de revelación que Dios me dio para
esta reflexión es que nosotros algunas veces somos torpes para poner en
práctica lo enseñado. Hemos pasado por
etapas de preparación en esto y en lo otro y en donde tenemos que estar como
dicen bien afilados para hacer las cosas bien no lo hacemos. ¿Porqué le digo
esto? Veamos la situación de estos discípulos.
Leamos el Cap. 9 Marcos
en ver. 33 y 34
9:33 Y llegó a
Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué
disputabais entre vosotros en el camino?
9:34 Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién
había de ser el mayor
Ellos habían estado
discutiendo quien había de ser el mayor. En algo de este mundo se habían
inspirado para decir que quien era el mayor, una jerarquía que a algunos les
hace ver la idea de autoridad, de poder mandar, de tener poder, fama, etc. Es
la típica manera de comenzar a pensar que si que por ser el más antiguo en el
trabajo me darán el ascenso, que por ser el más cercano al jefe, que por ser el
más servicial, el que más hace por la empresa, etc, y no tomamos en cuenta que
no depende de nosotros sino del patrón y en este caso Jesús les iba a dar la
lección más grande de toda su vida con ellos y ellos no la aprendieron como
debía de ser y era que en para el Padre Celestial hay un principio muy
importante: Los niños sí importan.
“Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y
tomándole en sus brazos, les dijo:
El que reciba en mi nombre a un niño como este,
me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me
envió” Marcos 9:36-37
En
ese tiempo de Jesús los niños y las mujeres no eran tomadas en cuenta en los
censos y por consiguiente también eran olvidados por los adultos en
circunstancias sociales. Por lo tanto en la case de Pedro en Carpenaum nadie
había prestado atención a la presencia del niño, para los discípulos sólo era
parte de la escena, invisible y sin importancia. Algunos de nosotros aún
mantenemos esa actitud y peor aún: sólo ser vistos pero no oídos.
Así
que para llegar al corazón de los discípulos, Jesús ve el panorama de ellos, y
de seguro estuvo en su pensamiento que ellos fueron niños alguna vez y que
retrocediendo unos cuantos años atrás pudieran ellos entender el mensaje:
La
Escritura dice que Jesús tuvo a este niño parado entre ellos posiblemente todo
el tiempo para que ellos lo vieran bien
antes de que el que niño corriera a su regazo. Llegó el momento de que Jesús
les habló y les dijo: Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan
como niños, no entrarán al Reino de Los Cielos (Mt. 18:3 y como estaban
hablando de quienes iba a ser el mayor, esta parte les entraba como a
profundidad, pues ni muchos serían grandes en él. La palabra “cambio” es la
misma palaba que Pedro utilizó en el día de Pentecostés cuando enfrentó a la
multitud por su participación en la crucifixión de Jesús: Así que “arrepentíos
y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados(Hechos 3:19)
Les enseñó entonces
que el que recibiera a un niño como el que tenía en los brazos era una
situación muy especial, agradable a Dios pero aún más grande era esto otro:
Mt. 18: 4 “Así que, cualquiera
que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Tenían ellos entonces el reto de que su
corazón debiese de ser como ese niño olvidado, marginado, pero que siempre está
con esa buena actitud de creer, de obedecer, de estirar sus brazos a sus
semejantes. Hasta aquí Jesús estaba
terminando de hablar acerca de la grandeza del Reino. El relato de Lucas dice:
“Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es el más grande” Luc.
9:48 Ellos pensaban de quizás cómo iban
a ser grandes ante Jesús, pero la realidad era ser humildes y con un alma llena
de sinceridad, de servir, de olvidar los agravios.
Marcos
da un paso más allá: “El que recibe en mi nombre a un niño como éste, me
recibe a mí, y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió
(Mr. 9:37)
Con esto derribaba todo argumento de
la discusión del camino entre los discípulos y nos hemos de imaginar que
quedaron sorprendidos e impactados a
medida que comprendían las palabras de Jesús. Esto sembraba en los corazones de
ellos una modalidad nueva: sembrar generosidad entre los niños es lo mismo que
hacer un acto para Jesús y para con el padre.
Eso era lo que Jesús les había enseñado y se olvidó a ellos tan
prontamente. Eso mismo ha pasado con la iglesia de hoy. Le damos más
importancia a los adultos que a los niños.
Son pocas las personas que siembran en los niños e iglesias que sus
salones para los niños sean los más cómodos, con aire acondicionado, con
alfombras, muebles, literatura, etc, para ellos. Algunas iglesias no trabajan con niños, porque
ellos no diezman, no ofrendan, sólo son carga para la iglesia cuando eso, que
hacemos de olvidarnos de ellos hace enojar a Dios.
Entonces, el enojo de Jesús fue eso:
la torpeza de los discípulos de haber
olvidado esa enseñanza y que estaban bloqueando a los niños hacia él.
¿Entiende usted ahora el porqué se enojó Jesús?
3. La otra ocasión en donde Jesús se enojó fue encontrar en el Templo de
Jerusalem tanta corrupción y comercio.
Veamos Juan 2:14-15
“y halló en el templo a los
que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y
haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los
bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas”
El
dinero amado lector corrompe a muchas personas. Asistir al templo de Jerusalem
era algo sagrado cuya honra a Dios es llevar una ofrenda. Ofrenda que para
muchos de los judíos era acorde a su posición social. Pero habían hombres que
se dejaban sobornar y presentaban ofrendas que no correspondían a su clase. Se
guardaban para así alguna moneda. Por ello Dios dice: ¿robará el hombre a Dios”
Los judíos en ese entonces eran como extranjeros entre los romanos y la moneda
que circulaba era del Cesar y por lo tanto existían los famosos cambistas que
hacía el cambio de la moneda por la moneda del templo. Entre esos negocios
existía el interés, la usura, el amor al dinero y olvidaban a Dios. Me ha
pasado como pastor ver a mi hermanita más servidora y otras por ahí haciendo
comercio, vendiendo números para rifas en el momento del culto, cuando no
debiese ser así y sé que en el fondo de ellas es ayudar a la iglesia pero
nuestro corazón se corrompe ante tanto negocio que se vuelca a favor de otras
cosas.
Procura
no hacer enojar a Dios, a Jesús. Seamos sensibles a la necesidad de los
hermanos, de la misma familia y dejemos
de ser religiosos; dejemos de ser torpes en la práctica de la enseñanza que él
nos da y no nos corrompamos por amor al dinero.
El que tenga oídos para oír que oiga.
Roberto Ernesto González
Pastor Iglesia