DIOS
CUIDA DE MÍ EN PEQUEÑOS DETALLES, UNA HISTORIA QUE CONTAR
“digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo
del hombre para que lo cuides?”
Salmos 8:4
Era 15 de septiembre, venía de San Salvador e
iba para mi trinchera espiritual, así le llamo yo al templo donde predico y
pastoreo. Viajaba en el último bus que
sale a diario, a eso de las 6:00 PM. El trayecto de viaje dura 2 ½ hrs. En este
tiempo, donde los asaltos y ametrallamientos a manos de los mareros abundan, los
temores en los que no creen en Jesús florecen, la gente viaja por necesidad. Era día feriado y venía de ver a mi hijo de
una presentación de su Banda de Paz,
y tenía al día siguiente una actividad muy temprano que atender, razón por ello
me tuve que venir en ese bus. Pero
tengo la convicción de que viajando en bus, sea de día, sea de noche, sea día
feriado, día normal y “aunque en ande en
valles de muerte, Dios me cuida, Jesús
me cuida, El Espíritu Santo nos ayuda. Así fue esa vez. Muchos de los pasajeros que viajan a esa hora
en este bus se bajan en una ciudad
llamada Zacatecoluca, una ciudad que es una de las más violentas del país y luego
al llegar al Lempa hay dos ciudades llamadas San Nicolás Lempa y San Marcos
Lempa donde también se bajan muchas personas.
Generalmente a mi me encantar dormir en el viaje, no importando si el
asiento es reclinable o no, si no lo es,
recuesto mi cabeza en las ventanas. La cosa es que me duermo casi en
todo el trayecto y cuando vengo a sentir, despierto y ya estamos a minutos de
mi destino. Pues en esa ocasión, alguien
me tocó y me dice: -¡muchacho, despierta!
Y me despierto todo somnoliento y pregunto ¿Qué pasa? Y me dice el
cobrador del bus: -No quiero que se pase de la parada de bus, está próxima la
parada de Jiquilisco, una entrada a la ciudad.
Ah –digo, no hay problema, voy hasta Usulután. Bueno me dice el cobrador, siga durmiendo que
está en buenas manos. Sonrío y digo
dentro de mí: Si estoy en buenas manos, las de Jesús que ahí va conmigo hacia
mi hogar. ¡Sólo íbamos dos pasajeros.
Al día siguiente, me fui al hospital San
Pedro, de Usulután. Tenía que ir a recoger una medicina que me dan cada
11 de cada mes. Son medicina para el
contrarrestar el azúcar en mi sangre.
Les he de contar que la medicina ciertamente la tomo, pero no como el
médico me la receta, ni tampoco hago la dieta como él lo recomienda. Como,
cuando hay lugar por tres personas, tomo cuanto refresco haya, pan dulce de este
y de lo otro. Y cuando voy donde el
médico, siempre le doy las gracias a Dios, porque los resultados siempre son:
ESTÁS BIEN muchacho, te felicito por seguir la dieta, todo está bien: el
corazón, no padezco de la presión alta, de la tensión, mis riñones están bien, mi vista está bien,
etc. Y DIGO SIEMPRE EN VOZ ALTA: GRACIAS SEÑOR. He recibido la promesa de que Dios me sana
por completo y daré ese testimonio, al dar un paso de fe, y digo soy sano desde ya. Pues bien, era un 16 de septiembre, 5 días
después de cuando me tenía que presentar. La norma del hospital dice que
contamos con 2 días más después de la fecha pactada para recogerla. Yo me fui, declarando que con medicina iba a regresar. Así que me dejé
ir, iba ya pasada la mañana, eran las 12:00 PM. Llegué a la estación de las
enfermeras que despachan la orden requerida y no había nadie. Cerca de ahí está el despacho del médico de
turno y le pregunto con quien me entiendo para que me despachen la
medicina. Él me dice: Ya no es hora de
despacho, las enfermeras atienden este requerimiento hasta las 11:30 AM, venga
mañana más temprano. Pero recordé dentro de mí, que yo declaré que “iba a traer
medicina”. Terminando de hablar estaba
el médico cuando se ´presentó un auxiliar de enfermería, el que anota las citas
de los pacientes y le preguntó al Dr. que qué necesitaba yo. Él le explica el
asunto y le añade: por mí no hay problema, yo le firmo la orden, pero las
enfermeras sólo atienden hasta las 11:30 AM.
El auxiliar, una persona como de 35 años, que ya lleva varios años
trabajando en el hospital, le dice: Yo
no tengo nada que hacer, yo iré a buscar su expediente y la firma. El médico
sonríe y le dice, a pues aprovecha y saca otros expedientes de otros pacientes
que acaban de venir y les dije que ya no se podía. ¡Dicho y hecho!, fue y me sacaron el
expediente y me extendieron la orden respectiva. Había de la medicina que
necesitaba y me dieron la cantidad solicitada.
Al
salir del despacho del médico y dirigiéndome a la farmacia del hospital vi el
firmamento y vi una cielo muy bello y me vino a la mente que mi Padre Celestial
aún trabaja a favor de sus hijos, que él me cuida hasta en detalles pequeños.
-Publica me dijo-, y da testimonio de que en
los pequeños detalles que yo hago para ti, yo me glorifico y aquel que en lo
pequeño es agradecido, también estará preparado para recibir grandes milagros.
Por ello David, me hace recordar esta bondad: “digo: ¿Qué
es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo
cuides?” Salmos 8:4
Me
cuida en todo tiempo, para que llegue a mi destino, me provee para mi mesa, me
da gracia para que las personas quieran ayudarte en toda dificultad. Le amo y seguimos en la obra HASTA QUE CRISTO
VENGA.
No
merecemos los abrazos y los besos que él nos da.
Atentamente:
Roberto Ernesto González
HASTA
QUE CRISTO VENGA.
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