“Ojos altivos y corazón arrogante,
lámpara de los impíos; eso es pecado.”
Proverbios 21:4
San Agustín decía:
“La soberbia no es grandeza, sino hinchazón y lo que está hinchado no está
sano”.
La Biblia nos habla de un pequeño hombre de estatura,
llamado Zaqueo (Lucas 19:1-10) a quien le había llegado la noticia de que había
alguien llamado Jesús que sanaba enfermos, curaba leprosos, resucitaba muertos,
etc. y sintió la necesidad de ir a verle. Se informó por donde él iba a pasar y
ahí lo iba a esperar. Como tenía ese impedimento de ser pequeño, no podía
esperarlo junto con los demás para poder verle, así que pensó en algo grande: ¡subirse
a un árbol! Y así lo hizo. Él iba determinado a verle y lo esperó
pacientemente. ¿Pero cuál fue su sorpresa?
Que Jesús lo hizo bajar de ese árbol y le hizo que lo llevara Que muchas
veces queremos ver a Jesús, es lícito, pero lo queremos hacer a nuestra manera:
Con altivez, con orgullo, son justificaciones.
No mi amado lector o lectora. No podemos ver a Jesús sin antes
humillarnos. No podemos ver a Jesús de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia
arriba. Siempre que te presentes ante
Dios, preséntate humillado, que él te levante y te diga: ¡Entra al gozo de tu
Señor!
Tampoco mires a los demás por encima
de tu hombro, vea a los demás como su hermano, como su amigo, con la buena
disposición de ayudar en todo momento y con buena actitud.
Dios bendiga tu día y te haga
sonreír.
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