Una historia que contar.
Ayer sábado 31 de julio, cuando salí de San Salvador, me topé con una gran trabazón, que me llevó más de media hora de retraso. Me vine con el hermano Luis González, quien era el invitado a predicar este día en la Campaña “El Poder De La Palabra” Y cuando íbamos en el bypass de Usulután, en uno de sus redondeles, nos alcanzó y sobrepasó un motociclista, pero al dar la vuelta, perdió el control y se fue a estrellar con un paredón de tierra, quedando el cuerpo en una cuneta y la moto casi encima de él, nada más que llantas arriba y en sentido contrario. Nos bajamos a auxiliarlo, era un joven de 22 años, no estaba fracturado, sólo atontado por el golpe, con algunas heridas y además un poco ebrio pues había tomado cerveza. Mucha gente se acercó, como siempre los curiosos, y le preguntamos si estaba bien, y él respondía cosas incongruentes. Quería irse por su cuenta y le aconsejábamos que mejor fuera que vinieran por él que no estaba en condiciones de manejar. Llegó entonces un carro patrulla de la PNC y se bajaron dos agentes. Él se puso nervioso, pensando que lo iban a llevar preso. Uno de los agentes, un joven muy amable, le preguntaba lo mismo que ya le habíamos preguntado y las mismas respuestas daba. Se dieron cuenta que estaba tomado y fue entonces que el otro agente, un señor muy serio le exigió en tono fuerte que se bajara de la moto pues ya se había subido en ella. Pensando que ellos se iban a hacer cargo del joven accidentado nos dispusimos seguir nuestro camino, cuando el joven motociclista nos pidió que no lo dejáramos solo con los agentes. Seguidamente otra persona nos dijo: no podemos dejarlo abandonado, ayudémosle. Fue así que mi persona le dije a los agentes que yo era pastor, y si me podía hacer cargo para llevarlo a la iglesia y desde ahí que él llamara a sus familiares. Ellos me dijeron que no, pues que había que llevarlo a un hospital para ver si no tenía golpes internos y que si yo me lo llevaba podía morir y que si eso pasaba, a mí se me haría la responsabilidad y que además después de llevarlo al hospital habría que llevado a las bartolinas por andar ebrio manejando y que ya habían mandado a llamar a agentes de tránsito para que ellos le impusieran su castigo. El joven iba recuperando su control mental, pues de seguro estaba medio atontado por el golpe y él les explicaba con lágrimas en sus ojos, que iba para La Unión, que trabajaba de electricista, que venía desde Hacienda La Carrera y que su hija lo esperaba. El agente que era muy serio fue a hablar por la radio con los de tránsito, y acá viene lo bueno:
-Le dijeron: Dicen los de
tránsito, que está bien, que te dejemos en manos del pastor, que entendiera que
tenía una oportunidad de aprender la lección, que estaba con vida, cosa que
otros motociclistas no la tenían, que
había tenido suerte que mi persona se hiciera cargo de él.
-Me pidieron mis documentos al igual que al hermano Luis, el
predicador invitado y me lo entregaron. Subimos la moto al pick up que
andábamos, y nos venimos para la iglesia. El culto estaba programado para las
4:00 pm pero comenzamos retrasado media hora tarde ´por haber atendido este
asunto. Al pasarlo a mi cuarto pastoral
hablé con él, comenzó a sentir un fuerte dolor en el tobillo derecho. El
hermano Luis le explicó que era producto del golpe y le mandamos a comprar unos
analgésicos para calmar el dolor. Le di mi teléfono para que hiciera todas las
llamadas necesarias para que algún amigo o familiar lo viniese a traer. Habló con varias personas y el común
denominador era: no puedo o no tenía dinero para pagar un carro que lo viniesen
a auxiliar. Le dije que por eso no se
preocupara que nosotros como iglesia lo íbamos a ir a dejar. Al final, sólo la
esposa, hizo todo un esfuerzo para pagar un vehículo y fue ahí donde me dice: “Los
amigos no existen cuando uno los necesita”, y le expliqué que en esos momentos
sólo la madre o esposa son las que se rebuscan para ayudar al hijo o al esposo.
Platicando con él me decía que era hijo de Dios pero en desobediencia, que ya
no se estaba congregando desde hace varios años y que su madre es cristiana. Fue ahí donde le
expliqué que por causa de las oraciones de su madre, que por el amor de Dios
que es fiel a nosotros es que estaba contando el cuento. Fue tan productiva la plática y estando más
lúcido, que oré por él y cuando la
esposa llegó a traerlo no quiso irse quedándose al culto, y escuchó atentamente
el mensaje de principio a fin. Dio su
testimonio a la iglesia de cómo estaba con vida y le regalamos una de las
Biblias que hemos recibido en donación.
Se fue tan agradecido por todo lo que habías hecho que me dio como
ofrenda un puñado de cobre que había recogido, yo le expliqué que no me debía
nada, que lo habíamos hecho por amor, por amor a Cristo. Pero él me insistió
que era ofrenda al Señor que lo recibiera. Así que lo recibí. Le dimos un
fuerte abrazo y nos despedimos indicándole que la iglesia estaba con las
puertas abiertas para recibirle en cualquier momento. Cuando llegó a su casa me llamó para indicarme
una vez más que estaba tan agradecido con la iglesia y que ya no tomaría más.
Fue una gran alegría para nosotros, para mi hermano Luis y mi persona, porque
hicimos lo que en la Palabra de Dios leímos: que un samaritano auxilió a un
herido que había quedado en el camino.
Aquella persona que nos dijo que no le dejáramos solo con las
autoridades me recordó a la misma persona que llegó en el momento de mi
accidente de hace 20 años, cuando
comenzaba a recobrar el conocimiento a indicarme que todo estaba bien, que no
me ofuscara, que respirara lentamente, que llamara a mi familia y me examinó mis piernas y me dijo “No tienes
fractura alguna”, todo está bien y
cuando ya le había hecho caso, desapareció. Eso mismo paso con esa persona en
este accidente, desapareció. Es el mismo Señor que ha llegado a indicarnos que
todo está bajo su control.
Fue entonces que entendí el
retraso de mi salida de San Salvador, que Dios todo lo hace perfecto aun cuando
al que ayuda no le es fiel, que él nos iba a poner en la hora justa para ayudar
a nuestro joven amigo.
Siempre es bueno hacer lo bueno,
sin esperar nada a cambio, ayudando al prójimo en todo tiempo sea quien sea.
DIOS LES BENDIGA.
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