Los reclamos de Dios
Los reclamos son una especie de llamado de Atención
para hacernos saber que algo que se ha hecho no ha estado bien, hemos fallado
en algo, hemos hablado más de la cuenta, hemos dejado de hacer algo, etc, En
fin, en algo hemos fallado.
Y sepa que muchas cosas que hablamos, cosas sencillas,
así como cosas que hacemos sencillitas, pero que no van con el carácter de
Dios, él nos pedirá cuenta, tendrá su reclamo, ya que para Él, todo es
importante.
Así que el siguiente mensaje va encaminado a que
trates de no caer en esos reclamos que tarde o temprano vamos a recibir de
Dios.
La Biblia está llena de pasajes bíblicos donde Dios le
hace reclamo al hombre. El libro de
Malaquías es un pequeño libro en capítulos pero en cada uno de ellos lleva un
importante reclamo para su pueblo, para sus sacerdotes, para sus hijos.
Primer Reclamo
“Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos
amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob,” Malaquías 1:2
Desde la creación, El Señor no ha dado muestras de su
amor, y sigue hasta el fin del mundo.
Israel ha recibido tantas manifestaciones de amor como nadie. ¿Acaso no era Jacob, una especie de malacate,
maleante, trinquetero, usurpador, etc.? Y a este personaje Dios da testimonio
de que lo amó. ¿Y que dice Romanos 5:8? Mas Dios muestra
su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros. El problema es que el hombre siempre ha de manifestar su
espíritu rebelde, altanero, insolente para con Dios. Cuándo Él te ha de
preguntar algo o de reclamar algo, nuestra actitud ha de ser de humillación, no
altanero refutando lo que Él nos dice o nos reclama. Y si sabiendo que por
hacer lo malo, Dios nos castiga, ¿Cómo es que recibiendo el castigo, queremos
seguir haciendo lo que a nosotros nos parece bien? Lea el versículo 1:3
“y a Esaú aborrecí, y convertí
sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.
1:4 Cuando Edom dijere: Nos
hemos empobrecido, pero volveremos a edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová
de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo destruiré; y les llamarán territorio
de impiedad, y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre.”
Recuerde lo que Hebreos nos enseña que Dios al que
toma por hijo lo disciplina y deberíamos de recibir esa disciplina como
humildad, con humillación y con regocijo porque es para nuestro bien.
Y habrá tantos versículos que tratar para que podamos
ver cuánto nos ama Dios, que envió su
hijo a morir por nosotros. Juan 3:16
Segundo Reclamo:
1:6 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si,
pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?
dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi
nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?
Un padre se siente orgulloso de que su hijo saque buenas notas en la
escuela, que las personas de la calle tengan buen concepto de él, que el hijo
sea fuerte y buen amigo. Asimismo,
nuestro Padre Celestial le agrada que le honremos en público y no precisamente
que vayamos a gritar que “padre tan bueno tenemos”, sino que hagamos cosas en
las cuales él se pueda sentir orgulloso de nosotros. Imagínate en el caso de David, de Daniel, de
Jeremías, de José, que no tenían a Dios como padre, sin embargo las Escrituras
Sagradas nos dan buen testimonio de su caminar y de su fe. En la 3ª carta de San Juan, ver. 4 nos dice
lo siguiente: “No
tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.”
Eso es honrar a Papá, que todo mundo hable de nosotros pero en bien, de que
somos honrados, confiables, que somos animosos, que nos gusta hacer el bien,
que nos vestimos bien como príncipes o princesas, que en casa no tenemos cosas viejas todas
remendadas, que no le debemos a medio mundo, que nos llevamos bien con todos,
que nos gusta ayudar al prójimo, etc.
Ahora bien, también nos reclama que si nosotros le llamamos es
porque reconocemos su señorío, su poder y autoridad, pero nos dice que no es
así, que no le tenemos respeto en lo más mínimo. No le pedimos permiso para hacer esto o
aquello, no le consultamos nuestros planes, llegamos tarde a su casa, no
hacemos bien las cosas para lo que nos han encomendado, no le prestamos
atención, le llevamos migajas de ofrendas, le damos lo peor de nuestra vida o
de nuestras posesiones y no le damos lo mejor. Le cantamos a Dios a cuenta
gotas, y si le cantamos es porque nos han rogado un montón de veces; y si nos
subimos al Altar de Dios no nos preocupamos de estar sin amarguras, sin odios,
sin enojos, nos da lo mismo, cuando Él quiere que le demos sacrificios de
alabanzas, le demos nuestro mejor servicio sin rezongar, bien preparados, etc.
¿Qué le estamos dando al Señor? El Señor Jesús nos recuerda en el relato de la viuda y del rico en la
sinagoga, que quien puso más, si la viuda o el rico Lc 21, 1-4 El rico puso lo que le sobraba y aunque Dios
bastante, no lo honró como debía de hacerlo como Señor.
Tercer Reclamo:
2:13 Y esta otra vez haréis
cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no miraré
más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano.
2:14 Mas diréis: ¿Por qué?
Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual
has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.
Acá es el caso
de alguien que le viene un sinfín de problemas y que vendrá a la casa de Dios
para presentar sacrificios y ofrendas para que Dios le ayude, pero el asunto es
que a esta persona se le ha pasado por alto o no se ha puesto a pensar de las
serias consecuencias que trae su infidelidad con la que es su esposa, sobre
todo con aquella con la que ya lleva varios años de convivencia, donde ella le
ha dado su juventud a su lado soportando un sinfín de situaciones donde el
hombre ha fallado. No ha estado con ella en la enfermedad, no ha estado con
ella en los momentos de tristeza por alguna causa grave o leve, no la
acompañado a comprar al supermercado en los tiempos de frío, le ha quitado el
dinero que ella había ahorrado todo para que se fuera a beber con sus amigotes o
a malgastarlo en cosas que no tienen razón de estar en casa como cosas
suntuosas, etc. La deslealtad no
necesariamente puede ser con sexo sino con acciones que hacen que las esposas
se sientan no amadas o correspondidas,
porque ciertamente las mujeres se dan mucho a querer con su esposo o su marido.
Cuando lees los versículos anteriores, te das cuenta que en el sacerdocio dado
a Leví, no fue de bochorno sino de paz y de vida, de provisión, de
alegría. Así que cuando el hombre se casa por la mano de Dios, éste
pasa a hacer sacerdote de su casa, donde él tiene que ejercer su sacerdocio
irreprensible, ser un modelo para los hijos, mostrar el camino de Dios, no
corromper las buenas costumbre y principios que Dios ha puesto como ley. Pero
cuando es desleal con la mujer de su juventud, ésta y sus hijos son corrompidos
por el esposo o padre y ahí comienza el enojo de Dios, a tal grado que le trae
escasez y bochorno a su vida.
Cuarto reclamo: