martes, 12 de enero de 2010

LA TOLERANCIA


LA TOLERANCIA
Marcos 9:38-39
9:38 Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. 
9:39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí. 

¿Alguna vez has renegado por tu compañero de trabajo por lo poco aplicado, por lo flojo, por lo lento  o por alguna cosa en especial.
¿Alguna vez algún hermano o amigo personal no hace las cosas como las debiera hacer?

Bueno,  la tolerancia es una palabra que tendríamos que conocer y aplicar en el cristianismo. Aprendamos de ello un poquito con la siguiente reflexión:

En 1995, se dedicó el  Año de la Tolerancia.Así lo calificó la ONU a ese año  y la UNESCO haciéndose eco de esta designación, recordó los 50 años de su fundación en ese entonces y propone que se reflexione sobre la trascendencia de la filosofía en el diálogo entre las culturas.  Eran épocas de crisis de guerras, movimientos sociales, en contra de uno y de otro.

¿Qué significa "Tolerancia"?
El diccionario de la lengua española define a la tolerancia como la acción y efecto de tolerar. El vocablo "tolerar" significa sufrir o llevar con paciencia; permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.

De estas definiciones surge que la tolerancia es una acción que implica autodominio. Si la persona no controla sus propios impulsos, resulta intolerante, puesto que no "lleva con paciencia" o no "sufre con paciencia". Todos tenemos experiencia que hay muchas situaciones en las que el primer movimiento impetuoso es "tirar todo por la borda". Pero luego de una reflexión en la que se ponen de manifiesto los fines buenos o los inconvenientes mayores que se derivarían de aquel acto, decidimos"sufrir con paciencia". Por lo tanto, parece que para ser tolerantes hay que ser pacientes. He de aquí una virtud importante: la paciencia. (es un fruto del Espíritu Santo)

Aplicando el  significado del vocablo "tolerar" nos dice que es la acción de "permitir algo que no se tiene por lícito". Aquí se introduce un aspecto moral: la licitud de la acción. Por esto el diccionario aclara que se permite pero "sin aprobarlo expresamente". Esta actitud podría significar una salida pragmática; es decir: considerar la utilidad de la acción permitida, dejar hacer, pero no comprometerse al no aprobarlo expresamente.

Sin embargo, no es ésta la significación de vocablo. Todos tenemos experiencia que para convivir, a veces, es necesario callar o ceder en aquello que uno no haría. Pero teniendo presente el bien común, se permite. ¡Cuantas veces los padres permiten a los chiquillos, en ciertos momentos, desordenar la casa con sus juegos!, o también permiten a sus hijos adolescentes reunirse con sus amigos y soportan la música y canciones que tal vez ellos escucharían.

Y qué decir de las modas, de los bailes de los jóvenes, de los horarios de trabajo, de las series de TV, de los periódicos y revistas, de los chistes de los amigos, de los mensajes de TV o de la radio que expresamente de un modo subliminal se lanzan a los televidentes o a los ciudadanos. Muchos actos de tolerancia pueden narrar los matrimonios que va celebrando, año tras año, su aniversario de bodas. Esto no sería posible si no fueran tolerantes. Es necesario la aplicación de mucho amor y mucho "Aguante". Lo mismo podríamos decir de los miembros de cualquier familia. La unidad familiar subsiste por amor y tolerancia. Cuanto mas numerosa es la familia, más ocasión hay para ejercitar ambas virtudes.

En verdad, hay muchas cosas que no tenemos por lícitos pero se permiten aunque no las aprobemos expresamente. Podemos preguntarnos ¿por qué lo permitimos si no la tenemos por lícito? La respuesta es: por el bien común de la familia; por el bien común de la sociedad, o para procurar al sujeto un bien mayor. Con frecuencia es por la paz en los hogares, o por la paz en la patria o entre las naciones, eso era el espíritu de nombrar el año 1995 como El Año de La Tolerancia

Tolerar implica transigir en algo. Pero también exige que conozcamos el bien y la verdad para actuar en consecuencia para ser tolerante hay que ser virtuoso o por lo menos , la persona que pretende ser tolerante debe esforzarse en practicar las virtudes morales: Benignidad, bondad, humildad y paciencia.

Aplicación de NUESTRA FE:
Tal como lo leemos en el pasaje de la Biblia en el inicio de esta reflexión,  Juan sugiere marginar a uno que creía en el Poder de la Palabra de Dios, pero que no se sometía a ellos, pues no los seguía. En pocas palabras, hacía más bien lo que a él le parecía. Muchas veces actuamos como Juan marginando a este tipo de personas, poniendo de excusa la disciplina, el orden, la espiritualidad, etc. Pero sabemos que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Somos semejantes a Dios. Pero no somos Dios, y que tenemos errores de conducta, de conocimiento, de compulsiones, etc.  En esta vida cotidiana nuestra tarea es conocernos en lo que somos (relacionarnos unos a otros) y expresarnos como lo decía el libro de Eclesiastés
7:13 Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció? 
Si procuramos  a lo que estamos llamados a ser, obtendríamos un fruto del Espíritu Santo: la paciencia. Dios nos creó para la felicidad eterna. A ella llegamos por el camino del amor verdadero que es fuente de paz y alegría profunda. Quien ama de verdad, vive en paz, vive alegre y es tolerante. Como el Señor Jesús que deja crecer el trigo y la cizaña, pero enseña que una cosa es el trigo y otra la cizaña.

Tal vez, si los cristianos viviéramos plenamente conscientes de nuestra semejanza con Dios en su paciencia, nos esforzaríamos en vivir la virtud de la tolerancia.

Practicar la tolerancia en el cristianismo nos lleva a muchas esferas de nuestra vida diaria: la escuela, universidad, trabajo, familia, amigos, etc. y es necesario recordar que todos somos miembros de una misma humanidad. Hay rasgos comunes a todos y a cada uno de nosotros. También hay rasgos que nos diferencian y confirman nuestra propia individualidad y nuestra personalidad. Esto acontece con las personas individuales. Se cumple también con cada pueblo, con cada sociedad, con cada cultura, porque ellas son expresiones de una colectividad de personas.

Tengamos  por seguro que vivir la convicción de que los dones espirituales, o materiales que poseemos, debemos hacerlos fructificar en bien del prójimo o en bien de la comunidad, comenzando con la comunidad familiar. Por este motivo es indispensable adquirir, cultivar y ejercitar las virtudes; principalmente la humildad.
El que tenga oído para oir, que oiga.

DIOS TE BENDIGA.



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