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Romanos 13:1-3
13:1 Sométase toda persona a las
autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las
que hay, por Dios han sido establecidas.
13:2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
13:3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
13:2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
13:3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
SIGNIFICADO
IMPORTANTE
AUTORIDAD: Según la Palabra, es la envestidura
que adquiere una persona que ha recibido un poder de alguien más.
Vienen a mi mente aquellos días de niño cuando tenía 7 años. Vivía en un cantón de montaña,
frío porque cultivaban el cafeto y pedregoso por donde quiera. Era la época de los 70 y vida rutinaria era
ir a la escuela del pueblo, -quedaba como 8 kms de distancia- para luego venir a la casa a hacer los
quehaceres de la casa: ir a traer agua montaña arriba, de barato unos 3 viajes,
luego si había tiempo ir a traer leña a las fincas cercanas, barrer, lavar los
pocos platos que se tenían de loza, y en ocasiones quitarle algunas canas a mi
madre. Había ocasiones en que llegaba cansado, quizás sin una buena
alimentación, y andaba de mal humor. Mi carácter desde pequeño era muy enojado
por cualquier cosa y era muy rebelde,
por ende me iba mal sobre todo con mi madre llamada Fidelina González de
Jiménez, pues me disciplinaba con vara de la buena. Cuando me castigaba recio,
yo y mi bocota le decía: máteme, para que me tuvo, etc. Y más me daba de palitos.
Una tía que vivía cerca de donde nosotros, veía la
disciplina que mi madre me daba y pienso yo, no se daba cuenta de lo terrible
que yo era, y me decía mi tía: es que no te quieren, por eso te disciplinan de
esa manera….hasta que un día me confesó: ELLA NO ES TU MADRE, NI ÉL ES TU
PADRE, eres sobrino de ella, por eso no te quieren.
Me fastidió tanto esa confesión que de ahí en
adelante, mi excusa para no hacer esto o lo otro era que yo era un arrimado, un
adoptado, y que por ello, sólo a mí me mandaban a hacer esto, a hacer lo otro,
etc sin dimensionar lo que realmente los demás de la casa hacían por mí. A mis
12 años abandoné a esta familia y con el tiempo, mis padres, los que me criaron
murieron y créanme, que si los dos
estuvieran vivos, ¡cómo no me gustaría abrazarlos, decirles lo mucho que se les
agradece por lo que hicieron por mí!
Traigo a cuenta esta parte de mi vida, porque
ciertamente la Biblia
nos enseña que “Mi pueblo perece por falta de conocimiento” Oseas 4:6
Y es que mi hermana y yo (éramos 2 hermanos)
habíamos sido encomendados por nuestra abuela materna a la hermana de ella,
llamada Fidelina González, la cual nos tomó por hijos y nadie nos educó al
respecto. Mi abuela había delegado en
su hermana la autoridad para educarnos, criarnos, cuidarnos, etc. Y
quiérase o no me debía de someter y obedecer a la autoridad de ella, por:
1.
Que
eran mis tutores delegados por mi abuela
2.
Porque
debía de obedecer a quienes me amaban
3.
Por
obediencia a Dios.
Muchas veces me resistí a su autoridad y vaya que
si me valió penurias para mi vida de ese entonces.
Ahora bien, aunque la obediencia y la sumisión
parecieran ser sinónimos, son distintos. Algunas veces entendemos que por la
posición que tenemos, no debemos de someternos a las autoridades que tenemos,
inclusive a las que nosotros mismos hemos puesto en nuestro negocio o empresa.
Debiésemos de dar el ejemplo, a la autoridad delegada, incluyendo a las que nosotros levantamos.
Jesús se sometió a la autoridad que tenía Juan El
Bautista acá en la tierra al pasar por las aguas del Jordán para empezar su
ministerio. Se sometió a Pilato, al ir a
su tribunal, siendo él el Señor de señores y sin haber cometido falta
alguna….Juan 19:11 dice “Respondió Jesús: Ninguna autoridad
tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a
ti me ha entregado, mayor pecado tiene. ”
Si yo como
pastor, soy invitado a otra iglesia o algún evento en especial, sea eclesiástico
o secular, me debo de someter a las indicaciones que digan mis anfitriones, en
donde ellos me indiquen me he de sentarme, lo que me den de comer, he de
aceptarlo con la humildad y sencillez de corazón, no con altivez y orgullo. Algunos hermanos dentro de mi congregación, no
se someten a la autoridad del ujiere o servidor que está indicándole donde
deben de sentarse o por donde deben de entrar. Lo hacen por donde ellos así lo
consideran conveniente.
En versículo 3 de nuestra lectura, nos
dice: “Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el
bien” Años atrás me enojaba que me
hicieran señal de alto la
Policía de Tránsito, y decía dentro de mi mismo: policía
detienen al bueno, y no al malo, que tenía prisa, que no servían para nada y
aunque andaba mis documentos en regla, se los daba de mala gana. Pero ciertamente, no debería de haber tenido
temor o enfado alguno, pues es para mi misma seguridad
Terminamos esta reflexión, exhortando a todo nuestros amigos y hermanos lectores que debemos de respetar a aquellas autoridades que tenemos tanto locales, municipales, como a nivel de país. Las mismas personas a quienes usted respeta como autoridad, luego le alaban entre los demás congéneres. Y aunque el fin, el objetivo de someterse no es buscar favores, ellos te toman en cuenta para muchas cosas. Como iglesia, asistimos a las convocatorias que nos hace el alcalde de la ciudad, no importando de que ideología política tenga. Nos sometemos a su convocatoria, oímos y escuchamos, exponemos nuestros puntos de vista y nos ponemos al servicio de la comunidad, pues ese es nuestro legado de servir a otros. “Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Fil. 2:7)”
Oración: Amado Padre
Celestial, gracias te damos por tu palabra que nos enseña, que nos edifica. Ayúdanos
a ser sumisos ante nuestras autoridades, respetarlas y obedecer así como Jesús
nuestro Salvador nos enseñó. Pedimos siempre interceder y orar por aquellas
personas que están como nuestro jefe, nuestro alcalde, ministro o presidente de
nuestro país. Gracias te damos por
ayudarnos a ser prosperados en nuestra alma. En el nombre de Jesús, amén.
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