¿QUÉ TENGO QUE HACER PARA QUE ME PERDONES?
“Y perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores.”
Mateo 6:12
Antes que nada déjame decirte, que
esto que te escribo lo he recibido como un renuevo del conocimiento que Dios ha
puesto en mi mente y en mi corazón. En
el Reino de Dios, siempre estamos aprendiendo, y ¡como no quisiéramos
retroceder en el tiempo y hacer las cosas como se deben de hacer. Así que gloria a Dios por los maestros que
nos enseñan conforme a la palabra y Dios mismo que nos pone la confirmación a
la revelación recibida.
Entre los sabios judíos, enseñan
que existen 3 niveles del perdón, los cuales son:
1.
Arrepentimiento
2.
Confesión
3.
Ofrenda
En el capítulo 6 de Levítico, Dios nos habla de las “ofrendas de expiación” que se ofrecían cuando la gente
cometía una trasgresión. La palabra trasgresión significa infringir los
derechos de otro o tratarle injustamente.
La ofrenda de expiación era una ofrenda especial que se ofrecía
a Dios por los pecados que una persona había cometido contra otra persona. A
Dios le afectan no sólo los pecados que cometemos contra Él, sino también los
pecados que cometemos contra otras personas. En Levítico 6, la Biblia menciona
específicamente algunos de estos pecados:
1. Ser descuidado con las cosas que te han encargado otras
personas.
2. Injusto en los negocios.
3. Robar.
4. Engañar.
5. Quedarte con las cosas que encuentras, en lugar de
devolverlas a sus legítimos dueños.
6. Mentir.
Si alguien había robado algo o perdido algo que se le había encargado, o
había mentido o engañado para conseguir algo, Dios demandaba que devolviera el
valor total más un veinte por ciento
de interés como multa. Esto hacía del robo, un negocio muy malo.
Sólo hasta después de haber arreglado cuentas con su
prójimo, se le permitía a una persona traer su ofrenda de expiación al Señor y
así ser perdonado por Dios.
Ahora traslademos este punto al matrimonio, a la esposa
que ha descubierto que se le ha estado engañando, que se le ha mentido, que se
le ha maltratado físicamente,
emocionalmente, que se le ha robado aquellas fichitas que celosamente ha
guardado en la alcancía, etc. el hombre generalmente sólo dice que se arrepiente,
algunas veces no confiesa ni mucho menos le lleva algún regalo a su esposa. Y nos han enseñado a pedir un perdón, que por
supuesto la esposa por un momento lo acepta, pero que luego saca una vez más el
reclamo.
Y en un caso muy particular en el
caso de la mujer, cuando pide perdón, eleva ofrenda, algo levítico lleva dentro de
su corazón, pues algo de lo que la
Palabra de Dios la lleva ella: “Y pondré mi ley en corazones de carne y no
de piedra”, por ello hay mujeres que cuando reconocen que han cometido una
falta con el esposo, la ofrenda que ella da es la preparación de un buen plato
de comida, una buena sopita. Si el hombre es sensato lo aceptará y se sentarán
a la mesa a platicar y saldrá la confesión de parte de ella y la palabra de
arrepentimiento. Si por el contrario, aquel hombre insensato, desprecia ese
gesto, se lo tira en la mesa, la mujer se encarga de triplicar el problema y el
acto de reconciliación entre ambos se pone lejos, porque la mujer cierra su
corazón y nadie lo puede abrir sólo Dios.
Por ello, si el hombre comete alguna
falta a su esposa o con alguna otra persona, tiene que aplicar estos tres
niveles de perdón. Si se salta alguno de ellos, el resultado no es
satisfactorio.
Por otro lado, tiene que haber una
seguridad del que ofendió de la persona agraviada lo ha perdonado. Una de esas
manifestaciones que nunca fallan, es hablar frente a frente con la otra
persona, no bajarle la mirada y asegurarse de que lo ha perdonado, la cual no
hay lugar a cabecear. Sólo en los corazones hipócritas podría caber la
posibilidad de creer que con sólo decir del diente al labio que lo ha perdonado ya
está todo arreglado. Pero es bueno pedirle a Dios que aquellos a quienes
ofendimos no sigan viendo como amigos, como el buen vecino, como el esposo ideal.
¿Cuánta
gente canta, adora, sirve y ofrenda con raíces de amargura en la iglesia? Por ello no ven frutos en sus esfuerzos, no tienen
paz consigo mismos y es por eso. Tenemos que ofrecer al Señor este proceso de
sanidad espiritual y recordar que Dios nos invitó a caminar con él.
¿Alguna vez has oído la frase: Estoy en paz? Pues realmente cuando
decimos que estamos en paz es porque nos hemos asegurado que nos han perdonado
y que hemos también perdonado.
Dice el Proverbio 16:7 “Cuando los caminos del hombre
son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos hace estar en paz con él.” Esto es porque
el hombre ha aplicado estos tres pasos del perdón.
¿Cómo debo de
empezar a pedir perdón?
Bueno, comencemos a pedirle perdón
a Dios, porque le hemos ofendido al haber ofendido a nuestro prójimo, a nuestro
cónyuge. Él siempre te perdonará, si vamos con el corazón arrepentido,
humillado. Luego después, se le dice a la esposa: ¡Mi amor, perdóname!, una
frase que conlleva una instrucción espiritual como cabeza del hogar. Pero si le
dices ¿Me perdonas? Le aseguro que le responderá: ¿De cuáles todas esas cosas
en que me has fallado? Y le sacará una
lista de todos los momentos en que han tenido una ofensa de por medio. Luego,
si ella acepta su acto del perdón, tienes que llevarle un regalito, sacarle a
cenar, o algo que la haga sentir amada. Se podrá ver como un gasto, pero en
realidad es una inversión, que vale la pena porque sellará lo que en su corazón
hubo de por medio: estar en paz en su casa.
En algún momento le fallamos a las
personas y hacemos algún agravio como también pasa a lo inverso, nos han
traicionado, nos dejaron abandonados, nos humillaron. Tenemos que estar
preparados para perdonar como pedir perdón. Jesús nos perdonó en la cruz del
Calvario, así nosotros también debemos de dar perdón, sin resentimientos, sin
condiciones. Dijo él: “Porque ejemplo os he dado, para
que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” Juan 13:15
Para terminar. Queremos enfatizar
en esto: Cuando la esposa por alguna razón en su enojo, te hace pedacitos la
ropa, te avienta las cacerolas por los aires, te da tu cachetada, Dios no la ve a ella como la primera
imputada, sino al esposo, porque es el esposo el que tiene que saber
tenerla en paz, el que la instruye, el que la escucha, que aunque no la
entienda, pero la ama, a la que se le modela, la que llena la vasija de ella.
Así que aunque como personas cada uno dará cuentas a Dios por su vida, así
también al esposo se le pedirá cuentas de que si hizo bien el papel de locutor,
de comunicador, de proveedor, de instructor, y de todo lo que en el hogar pueda
haber habido para hacer ensanchar el hogar, la familia y que la esposa pueda
estar plenamente satisfecha de su esposo. Se puede lograr, si nos instruimos a
tiempo a nosotros mismos y aplicamos lo que aprendemos y empezamos a modelar a
nuestras esposas e hijos. Dios les ama y
yo también. Roberto González, pastor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario