viernes, 18 de diciembre de 2009

Cargar El Venado



Cargar El Venado
Lección para los que regalan lo que no han producido o critican lo que no han hecho
Proverbios 6: 6-8
6:6 Ve a la hormiga, oh perezoso, 
Mira sus caminos, y sé sabio; 
6:7 La cual no teniendo capitán, 
Ni gobernador, ni señor, 
6:8 Prepara en el verano su comida, 
Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. 





Más de alguna vez hemos pasado por situaciones en donde nuestros propios amigos, familiares, hermanos en Cristo o nosotros mismos no hemos valorado  el regalo de una persona hacia nosotros o hacia ellos, o  nos han criticado por algo que estamos haciendo o hemos visto a personas  o no le dan el valor real a algún objeto que le  hemos dado a que nos lo cuiden, etc.
Pues bien, la lectura que les comparto hoy, basada en Proverbios 6:6-8 nos manda a que seamos observadores y estudiosos de aquellos insectos que parecen insignificantes, pero que nos dejan una gran lección: “Trabajan y provisionan para futuro” no perdiendo el tiempo.

Comparto con ustedes la siguiente anécdota esperando en Dios les ayude a comprender:

Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de un frondoso huanacaxtle. Se le miraba triste, meditabundo, cabizbajo; casi, casi a punto de soltar el llanto.

Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien acongojado al verlo en tales fachas, le preguntó el motivo, causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en situación tan deprimente.

      
--¡Ay! Compadre-contestó el interpelado, --¡tu comadre! ¡Tu comadre! Esta noche la mato o la suicido, pero de que se muere, se muere. --No la amueles compadre, mejor platícame,  porqué la quieres matar, a lo mejor te puedo ayudar a encontrar una mejor solución al problema. 


El compadre, después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz mohienta, empezó con su relato.


 --Mira compadre, tú sabes que somos muy pobres y en tu humilde casa la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que tengo que conseguir yendo de cacería al monte. Me tengo que ir con mi vieja escopeta, pasar varios días de sufrimiento y penalidades, salvándome de milagro de los peligros del monte, esquivando víboras, al tigre y la onza, soportar la terrible comezón que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de moscos, y por si esto fuera poco, aguantar cómo me caía hasta los huesos el frío y la soledad de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y subir la cuesta de la loma donde está mi casa.



Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el cuchillo en la  mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre vecinos y familiares.. Que una pierna pa' doña Juana, que otra pa' doña Cleo, que este lomito pa' mi mamá, que esto pa'llá, que esto pa'cá y a los dos o tres días allí va tu tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo las desmechoneo!
 El compadre de aquél iracundo desdichado, después de meditar un momento le dio la solución:

--Invita a tu mujer a cargar el venado.

     --¿¡Qué!?

-Sí, sí. Mira. Nomás no le digas las madrizas que te pones para cargar el venado. Mejor píntasela bonito. No le hables de las espinas ni los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invitas a la cacería para que disfrute de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que te cobijan en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del monte, lleno de oxígeno, de la graciosa manera en que camina el venado, como si fuera un bailarín de ballet, el dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin.

El compadre siguió el consejo. Por supuesto la convenció. La mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo. Al cruzar el primer "aguamal" se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada entre las púas. La blusa le quedó toda "chiruda". El calzado se le rompió por los difíciles caminos y las piedras y las espinas la hicieron sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por todo el cuerpo. El sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató: le quedó tieso y desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse paso entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un cuento de ultratumba.

Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado. Ella tuvo que contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y agilidad de un gato, se acercó a su presa, y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! Y el venado había muerto. La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
--Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente -- le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de sus palabras.

La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar no tuvo aliento ni para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas. Despatolada, con las piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de tronarle el corazón, llegó y depositó el animal  en la sala de su casa.
Los niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos, salieron a recibir a sus papás cazadores y acostumbrados a la repartición, le dijeron a su mamá con alegría:
 --Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepito ya está desesperada.
 --¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo otro.


La señora, tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta por las orejas, les gritó:


     --Este venado no me lo toca nadie


REFLEXIÓN:
Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su real dimensión el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado". La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado que solo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de   nuestro trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio.  Como se dice: Solo el que carga la mochila le sabe su contenido!.  Tristemente también somos muy pocos los que no valoramos el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario y por ello hacemos cosas que Jesús no aprueba.  No aprovechamos el tiempo en cosas edificantes, más bien lo desaprovechamos chismorreando, criticando o simplemente haciéndonos perezosos, acostumbrados a estirar la mano para pedir dinero a la novia o al novio, saludando con sombrero ajeno.  Siempre estamos prestos para criticar el trabajo que produce otro, no sabiendo los esfuerzos que esta haciendo, siempre pensamos que si lo hacemos nosotros, queda mejor, pero es falso, bien dijo el sabio griego que es más fácil dictar leyes que gobernar.
Cuando te parezca criticar a alguien, mejor ponte en su lugar y coopera, porque el esfuerzo que le pongas, será como de bendición para ti, pues algún día te tocará cargar el Venado.
 La Biblia habla de cooperación. La fe de Pedro estaba tambaleante y Cristo lo ayudo, con el requisito de que el también ayudara a otro: Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.(Lucas 22:32)
Cuan bien se siente uno cuando ayudas a alguien en algo que ya has pasado tú.
Cuida siempre el esfuerzo de tu trabajo y compártelo con alguien que lo valore, algunos tendrán esa oportunidad y la aprovecharán. Otros simplemente verás que serán aves de paso.

Romanos 14:1 dice: Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.  Porque uno cree que puede comer de todo, y el débil come sólo verduras.  El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. Tú, ¿quién eres que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie o cae; pero será afirmado, porque poderoso es el Señor para afirmarle. “Juntos tenemos que cargar el venado”
DIOS LES BENDIGA.

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