Abdías 3-4
3 La
soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las
peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a
tierra?
4 Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido,
4 Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido,
¿Qué es la soberbia? Orgullo o sentimiento
de superioridad frente a los demás que provoca un trato despectivo y
desconsiderado hacia ellos.
Si de algo estamos seguros, es
que la soberbia no es buena y es mala consejera. La soberbia tiene su origen en el corazón
perverso y mal agradecido. Por la
soberbia, Lucifer quiso darle golpe de estado a Dios en su trono y quiso ser
como él. La soberbia es engañosa en la
mente y en el corazón de quien la ostenta.
Nos hace creer que somos indispensables y con ese orgullo no somos
agradecidos con los jefes, con nuestros empleados, con nuestros amigos.
En las cosas del Reino de Dios, nadie es indispensable, por más que
diezme, por más que sirva, por más que forme de esto o de lo otro. Siempre me recuerdo de las palabras de aquel
predicador que me sacaba lágrimas cuando lo escuchaba, Hugo Solís que decía:
Jesús y yo somos mayoría. La soberbia en
un hijo de Dios puede acarrearle graves consecuencias cuando hemos
experimentado muchas bondades de parte de él y le damos la espalda.
Cuando por algún motivo, aquella
persona deja de llegar a la iglesia por una amonestación, por una indiferencia,
ella se ofende y dice: “no me han evaluado como se debe, si yo hago esto, yo
hago lo otro, yo aquí, yo allá….no me estiman,
etc”. eso trae como consecuencia amargura, trae resentimiento y orgullo.
Deja de ir, deja de diezmar, deja de servir. Aunque tácitamente no lo dice, su
actitud está dando a entender que no necesita de Dios, de que no necesita de la
comunión de los hermanos, que basta y sobra que “Dios está con él”. Y aunque
ciertamente Dios está con él, pero no de la manera como Dios quisiera estar con
él: Una comunión amplia y sincera.
Mi amigo o amiga. Cuídese de la soberbia.
Ye te dije, es engañadora y las consecuencias pueden ser muy dolorosas:
1) Creerte
superior es contrario a lo que Jesús nos enseñó: ser manso y humilde. Dios nos lleva de nivel en nivel, de abajo
hacia arriba. Cuando estamos en alturas que no imaginamos, entonces le damos la
espalda a aquel que abrió sus puertas y nos olvidamos de él y ahora la
confianza es en el dinero, el negocio, el cónyuge, el trabajo. La bonanza puede
acabar. Nos olvidamos de que él siempre
tiene control de todo.
2) Pensamos
que nadie nos hará competencia, que nadie nos ganará el mandado y resulta que
llega el momento en que otro viene, levanta su negocio y te da vuelta de gato a
lo tuyo. O llega el revoltón, o la langosta y te quita todo lo que tenías,
llega la enfermedad, la escasez y entonces ¿A quién tienes? Los amigos hasta cierto punto te ayudan pero
con el paso del tiempo llegas a ser una carga y de alguna manera se quieren
librar de ti.
Recuerda, Dios siempre tiene misiles anti aire
que te alcanzarán donde quiera que te vayas, donde quiera que subas. Y de ahí
te derribará, fácilmente como baja la espuma de la leche hervida.
Conozco de
ovejas que se han ido al mundo y ya no participan de nuestras fiestas ni van a
otro redil y han pasado años así. Su soberbia les dice: “ya ves, no te ha pasado nada, hasta aquí has comido, trabajado,
dormido y no te ha pasado nada”. Su corazón los ha engañado, pero viene el
día malo(Eclesiastes 12:1). De eso acordémonos, viene ese día en donde esa
altura dónde estás será tu arma de doble filo contra ti. Mientras más alto
estés más duro será el golpe cuando caigas.
En mejor
entonces, volver el rostro al Señor y decirle: “he pecado contra el cielo y
contra ti” y dale paso a la humildad, a la sabiduría y verás que te irá mejor.
Te animamos a
que te cuides de este mal para que estés en gracia con aquel que estás bajo
autoridad. Verás que te irá bien. Pide
ayuda al Espíritu Santo y te encaminará a toda verdad.
Que mi Dios te
bendiga y multiplique las bendiciones ahora.
En el nombre de Jesús, amén.
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